martes, julio 17, 2012

Hermano indígena, perdóname

Ya te están cobrando cara tu dignidad, hermano indígena. De auxiliador de la guerrilla y narcoterrorista no te bajan.  Inclusive hay voces que piden un bombardeo a tus tierras, una lluvia de metralla, un ciclón de granadas que borre de una vez las señales de tu presencia.  Al medio día pasaron las imágenes de tu lucha a través de la televisión. Mujeres, hombres, ancianos y niños  de tu comunidad llegaron con sus bastones de mando a desalojar a los militares para que se llevaran lejos sus armas. No más atropellos, exigías. Basta de ser tratados como fichas de ajedrez cuando, en realidad, tú y los tuyos son los dueños de las montañas, de los ríos, de lo que les rodea.  Lo mismo hiciste ayer. Supe que más de mil subieron a enfrentar  también a la guerrilla. Solo que ahí no hubo nadie que lo registrara.

Hermano indígena, perdóname. Acá en la ciudad nuestros problemas son otros. También hay violencia, pero fruto de este sistema económico que nos volvió egoístas y guardianes feroces de las pocas o muchas cosas materiales que poseemos. La guerra  sucede por allá, en regiones apartadas, en aquellos lugares de la geografía nacional con los que no nos identificamos. Igual la gente toma partido en la comodidad de su casa. Piden mano dura, vociferan  que hay que acabarlos, ni más faltaba que semejantes piojosos y patirrajados desafíen al glorioso ejército. Entonces emerge de nuevo ese falso nacionalismo que, en altas  y prolongadas dosis, nos vendió cierto ex presidente durante ocho años seguidos. No importa que sea contra ti, hermano indígena. Acá estamos acostumbrados a juzgar, señalar y sacrificar por cualquier motivo.

Mientras tanto, como hace más de quinientos años, regresan los despojadores. Vienen persignándose, oliendo a incienso, rezando el rosario, anunciando la salvación que traen los versículos de la Biblia. Son los buenos, hermano indígena. Qué le vamos a hacer.  Se sienten con el derecho y la autoridad divina de decidir quién vive o quién muere.  Creo que ya conoces perfectamente  la historia.  Por eso te pido, humildemente, perdón.  Debería estar a tu lado combatiendo, sin embargo soy un cobarde. Y sé que mis palabras jamás serán suficientes ni alcanzarán para proteger tu vida.

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