jueves, diciembre 29, 2011



Hace poco me preguntaron cuáles serían los siete sueños que me gustaría cumplir. Respondí sin pensarlo dos veces; en realidad algunos de ellos son utopías, pero finalmente son las cosas con las que me identifico.


En primer lugar dije que quería cantar a dúo con Silvio Rodríguez en un concierto, aunque fuera una cancioncita nada más. También que me encantaría formar parte de Les Luthiers en una de sus presentaciones. Elegiría la del Adelantado Rodrigo Díaz de Carreras, aquel anticonquistador español que terminó vendiendo baratijas y bailando salsa en una isla del Caribe. El siguiente sueño tiene algo de sicodélico, quizás delirante y hasta irresponsable: probar la marihuana- por primera y única vez- en un bosque de niebla.  Y digo irresponsable porque ¿cómo diablos saldría de un bosque de niebla en medio de los efectos del cannabis? Luego, con los pies en la tierra, me encerraría a escribir un guión literario que llevaría al cine una versión de “Cien años de soledad”.  Lo anuncio desde ahora, para que los directores estén preparados y no los coja por sorpresa cuando termine mi guión. Y los tres últimos sueños tienen que ver con mi presente. Recorrer por tierra Latinoamérica (el mismo viaje del Che, sin moto y al revés)  y en Buenos Aires asistir a un Boca- River en La Bombonera. Sí, ya sé, tendría que esperar a que River vuelva a la A; no hay ningún problema, lo tengo decidido:  llegar mucho antes  a Pergamino, abrazar a mi Patoloca, agarrarla  de la mano e irme al  Perú a jugar a las escondidas con ella, el amor de mi vida,  en Machu Pichu. Por supuesto nos encontraremos en la mágica puesta de sol y regresaremos juntos a continuar nuestra historia.