lunes, abril 30, 2012

El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé, del escritor colombiano Alberto Salcedo Ramos



El día que Pelé o Maradona abandonaron sus guayos y las canchas, muchos dijeron con profundo pesar: “Se acabó el fútbol”.  Lo mismo pudo suceder cuando el francés Bernard Hinaut se bajó para siempre de su bicicleta y no volvió a competir. Cada ídolo, especialmente del deporte,  tiene su cuarto de hora y, de paso, escribe una página que queda grabada en el imaginario de toda una nación.

En Colombia, por supuesto, sucede lo mismo. Lucho Herrera nos puso a sudar las veces que trepó los Alpes con tal facilidad, que parecía como si los demás ciclistas europeos cargaran -en la parte de atrás de sus bicicletas- varias cantinas de leche recién ordeñada.  Cómo olvidar los goles de Asprilla en El Parma de Italia o los pases inverosímiles  de “El Pibe” Valderrama en El Valladolid de España y El Montpellier de Francia. No hace mucho nos volvimos expertos en automovilismo, gracias al atrevimiento de Juan Pablo Montoya en las pistas mundiales; también fanáticos del beisbol que seguíamos emocionados,  por allá en 1997, las hazañas de Édgar Rentería en Los Marlins de La Florida. Triunfos, en su mayoría individuales, producto del hambre, la falta de oportunidades y las ansias de reconocimiento.


 Antonio Cervantes Kid Pambelé, pertenece a ese pequeño grupo de celebridades que un día nos llevaron a la cumbre de los sueños alcanzados. Y lo hizo en los cuadriláteros, con sus puños, a trompada viva, noqueando rivales que terminaban despatarrados, uno tras otro, igual que las  fichas de un dominó caídas en serie.  Más adelante los escándalos  acabaron de perfilar su leyenda, aquella suerte de maldición que pareciera perseguir a los que desafían a la diosa fortuna. Entonces el héroe fue desplazado de su pedestal, hasta convertirse en una sombra, un fantasma y, por qué no, en el  incómodo  espejo que refleja  nuestra propia manera de ser.

“El oro y la oscuridad” es el título del libro que recoge la vida de “Kid” Pambelé. Nada más acertado que un costeño sea, precisamente, el encargado de contarnos esa historia, frenética y llena de matices, de los vaivenes de un hombre al que el país nunca logrró entender.  Alberto Salcedo Ramos, escritor y periodista barranquillero, posee la herencia de los narradores que se pasaban de boca en boca la palabra y luego la esparcían por la región Caribe. Fiel a ese legado, se tomó el trabajo de perseguir la leyenda del escurridizo boxeador por espacio de dos años. Estuvo inclusive en Venezuela, patria vecina donde el púgil comenzó en serio su exitosa carrera boxística. Y poco a poco fue tomando anécdotas de aquí y allá; observó rostros, imágenes de calles polvorientas, olvidadas para, finalmente, encontrarse de frente con Pambelé. De esta manera, la polifonía de voces le dio las herramientas necesarias a la hora de cotejar las vivencias al lado del protagonista.


-“Siempre que escribo este tipo de crónicas entrevisto primero a la gente que rodea al personaje, y luego llego  a él directamente”, dijo Alberto Salcedo el día del lanzamiento de “El oro y la oscuridad” el 22 de abril en la Feria Internacional del libro de Bogotá. Ese domingo nos encontramos minutos antes de la presentación. El maestro Alberto Salcedo lucía impecable, pero, curiosamente, estaba nervioso. Creía que no asistiría mucha gente al evento, pues a esa hora no había casi nadie. Más adelante pudo comprobar que no solo se llenó el auditorio, sino que el cariño, la fidelidad y la admiración de sus lectores son proporcionales a la calidez humana del escritor.

Las páginas de “El oro y la oscuridad” estremecen y son una lección de buen periodismo. Se siente la intensidad de los momentos dorados del deporte colombiano- en este caso del boxeo- aunque, al mismo tiempo,  la tristeza que produce alcanzar el cielo con las manos y descender de él en una caída vertiginosa.  Alberto Salcedo nos habla a través de los que viven en carne propia el presente de Pambelé. Y la voz del boxeador -que si bien se escucha en cada capítulo- es más un eco nostálgico, un murmullo apagado, arisco, de lo que ya no podrá volver a ser. De ahí que el mismo autor confiese, sin ningún problema,  la imprudencia que cometió un día al abordar a Pambelé en uno de sus momentos de crisis. Se salvó de una golpiza, lo admite; sin embargo mantuvo en su libro el respeto por ese personaje, querido y odiado,  que todavía no ha logrado escapar del peso de su lejano pasado victorioso.