jueves, octubre 21, 2010

Otro paso más


 
Poco a poco se va cumpliendo uno de mis sueños: que mis letras sean conocidas en varias partes del mundo. Mi primera publicación fue en el año 2007, para el periódico El Tiempo de Colombia en su proyecto "La ciudad jamás contada". Gracias a Marina Valencia, Yolanda Reyes, Ofelia Corradine (en esa época Directora de la página de Responsabilidad Social de El Tiempo) y a mis compañeros seleccionados, tuve la oportunidad de ser leído por millones de colombianos. Este año, en unos meses, circularán dos escritos míos en una revista de artes plásticas llamada "MantaRaya" que ganó una convocatoria de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño de Bogotá. Y esta mañana me enteré de que mi cuento "El pabellón de los sueños obligados" ocupó el segundo lugar en el concurso de relato breve de la Asociación Pro Salud Mental VIVIR de Cuenca España.  El acta de premiación señala que llegaron ciento diez obras, de las cuales ochenta fueron admitidas porque cumplieron los requisitos exigidos por la Organización VIVIR y representan a los siguientes países:

Catorce de Argentina, una de Bélgica,  cuatro de Colombia,  cuatro de Cuba, una de Chile, cuarenta y seis de España, cuatro de Estados Unidos, una de Finlandia,  dos de México,  dos de Perú y una de Suiza.
"El pabellón de los sueños obligados" nació hace cinco años en agosto, producto de un amor maravilloso. Siempre consideré que se trataba de un buen cuento. Y ahora este reconocimiento confirma aquella sensación. No obtuve premio en lo económico, pero me siento muy feliz, al borde de las lágrimas.

Comparto con mis cómplices de la sensibilidad- y en general con quienes visitan mi casita de sueños- esta alegría inmensa que me acompaña.

"Durante su reclusión en el manicomio, Juvenal adquirió el hábito de recopilar su historia. Terminado el escrito lo sumergía en un platón repleto de agua, acercaba la hoja mojada a la pared, esparcía cal encima e, inevitablemente, el papel quedaba adherido a uno de los cuatro muros que lo separaban del mundo. Después se acostaba boca arriba, extraía de su bolsillo dos pequeñas esferas de madera, las chocaba y esperaba a que el li­bro del día se cerrara, entregado a la caricia de la niebla de los sueños".

Con esas palabras empieza el cuento y, a la vez, mi carrera literaria.




lunes, octubre 04, 2010

Contrastes


Es el invierno fuerte y prolongado, o tal vez los charcos que desdibujan cuerpos, descomponen colores o arrastran huellas. Si no fuera por las sombras que se juntan con el último rayo del sol, quizás la calle sería como un agujero negro en el que se pierde los sentidos. Pero no, en cualquier esquina, en la otra acera, en el siguiente semáforo todavía alcanzan a escucharse gritos y también silencios.
  
Aunque en las paredes algunos dejan rayones para que los entiendan los fantasmas, más adelante un poste solitario se convierte en testigo. En él los perros se orinan, vomitan los borrachos, hacen el amor los inmorales y se suicidan sin esconderse los olvidados. Más de un payaso vuelve a disfrazarse de hombre común y corriente, al tiempo que un indigente lanza un par de zapatos en buen estado, que terminan enredados en las cuerdas de la luz. Y caminan de la mano todos los seres posibles, sin importar que en la madrugada las botas, los cascos, los fusiles, se encarguen de poner las cosas en el orden establecido. Nada de flores nocturnas, vagos sin techo, perros desnutridos, gatos irreverentes o esqueletos que deambulan de un lado para el otro, impulsados por el más fétido de los alientos.

La ciudad descansa o lo que queda de ella. Ni siquiera las alcantarillas se salvan de recibir la descarga de amores y odios. No cabe la tristeza, tampoco la euforia. Se aceptan pequeños esbozos de sonrisas, uno que otro suspiro al despuntar el alba y la resignación que habla en las campanas que llaman temprano a misa.