en su condición de ex presidente,
le sigue haciendo daño al país. Jamás pensé que me haría falta su actuar
pendenciero, chambón, autoritario y grosero. Juro que no estaba ni
siquiera en mis pesadillas más terribles, pero debo confesar que extraño
a Uribe. Sé que decepcionaré a más de uno. De antemano lo siento; sin
embargo tengo que ser honesto y reconocer que entre Santos y Uribe el
diablo ya escogió.
No soporto el cinismo y la hipocresía
de ninguno los dos, aunque con Uribe sabía a qué atenerme: podrían
considerarme guerrillero si no apoyaba sus delirios de pacificador del
siglo XXI, o compatriota ejemplar si detestaba a Chávez, Correa,
Piedad Córdoba, las ONGS de Derechos Humanos, Hollman Morris, entre
otros. En cambio con Santos las cosas son tan etéreas, irreales y
fantasmagóricas que sinceramente no sé en qué posición ubicarme. Y, por
los acontecimientos de la última semana, veo horrorizado que la mayoría
de los colombianos tampoco.
Uribe tenía la gracia de
amenazar por teléfono a su misterioso interlocutor con aquel sonoro y
recordado: “le voy a dar en la cara, marica”, mientras que nuestro
actual Presidente sería incapaz de proferir siquiera un “no seamos tan
pendejos”. En realidad Santos es la decencia en pasta, un gentleman
salido de otro mundo, el estadista tipo Menem (que no me odien los
argentinos, por favor), la caricia que esconde una tremenda bofetada.
Maneja los hilos del poder como prestidigitador que se respete, saca
cartas de debajo de la manga y siempre gana la partida sin inmutarse.
Muy diferente al señor Uribe, quien nos acostumbró a su delicado actuar
de matarife (con respeto a todos los matarifes) que jamás se quita su
delantal untado de sangre fresca.
A los que se quejan por
la desfachatez que mostraron los congresistas que conciliaron la famosa
“Reforma a la justicia”, debo decirles que también están confundidos.
¿Se han puesto a pensar en lo que significa lidiar con Santos y asistir a
reuniones que terminan pareciéndose a partidas de póker? Nuestros
honorables Padres de la patria siempre estarán en desventaja. ¿No ven
que ellos juegan tejo y, a lo sumo, billar a tres bandas? Hasta el pobre
Simón Gaviria se dejó hipnotizar y terminó votando a favor una reforma
que no leyó. Lo peor del asunto es que Santos, la noche de la Reforma,
se encontraba fuera del país. Entonces tendremos que aceptar que su
poder está en todas partes como el de dios.
1 comentario:
La misma calma que tenemos los argentinos,yo no sé hasta cuándo se podrá soportar tanto abuso en nuestros pueblos, cuándo vencerá lo bueno.
Al menos vos y yo lo somos, es mejor ir pensando cómo hacer para agrupar y poder enfrentar lo malo, de alguna manera, tendrá que haber un machete poderoso que corte tanta mierda y corrupción de parte de los gobiernos de nuestros países.
Perdón... me conoces, sabes que no soy de usar vocablos groseros, pero cuando pienso en ciertos políticos y presidentes presentes y pasados me brotan estas palabrotas, no puedo evitarlo...
Tremendo abrazo, amigo mío.
Publicar un comentario