(Dar click en los nombres de los artistas y de la Fundación Barrio Colombia- que aparecen en el siguiente texto-
para videos e información del festival)
Cuando la música y el humor se confabulan, la fantasía le saca la lengua a la realidad. Pero si lo anterior ocurre en el barrio La Candelaria de Bogotá (el sector histórico de la ciudad), entonces aquel instante se convierte en un milagro.
Por las calles empedradas, las casas antiguas, los faroles melancólicos, las montañas sombrías al anochecer y las pequeñas cuadras dedicadas al arte y a la bohemia, se desató el duende de la risa acompañado de acordes de guitarras e interminables notas de su majestad el piano. Dos generaciones de artistas, tres hombres de igual número de países de Latinoamérica y una excusa: el segundo Festival Internacional de La Canción Itinerante, organizado por la Fundación Barrio Colombia. En el auditorio de La Fundación Gilberto Alzate Avendaño fuimos testigos, una vez más, de que el arte es la única alternativa para imaginar un mundo lleno de esperanza.
Daniel Sartori de Argentina abrió el espectáculo y nos regaló un poema disfrazado en cada una de sus canciones. Un joven canta autor que expresó, junto a su guitarra, toda la fuerza, la pasión, la dulzura y las sorpresas que nos deparan el amor y lo cotidiano. Luego apareció Roberto Camargo de Colombia y, en ese momento, entendimos que la ironía empezaba a tomarse el escenario. Su propuesta es absolutamente urbana, una especie de cuentero que juega con la música y las palabras como le da la gana. Le cantó a la falta de billete (dinero), a las consecuencias de esos primeros amores que, a veces, se convierten en "para siempres" y hasta se dio el gusto de recrear, en su singular estilo, nuestro muy celebrado Bicentenario o grito de Independencia. Ya a estas alturas no había nada que hacer: éramos, más que espectadores, un grupo de inconsecuentes que nos dejamos llevar, afortunadamente, por las salidas impredecibles de un verdadero loco. Finalmente se despidió para darle paso a la figura de la noche, al genio, al que podría considerarse mago sin ninguna discusión: Leo Masliah de Uruguay.
De uno de los costados salió con su aspecto de abuelo bonachón. Dio las buenas noches y, de inmediato, se sentó al frente del piano e hizo gala de su genialidad a través de sus composiciones. Un humor fino, sutil y a la vez contundente. Un maestro del teclado que pasó sin ningún problema de la música clásica al caos que- seamos honestos- suelen generar algunos de los creadores llamados contemporáneos. Lo anterior mezclado con la inteligencia necesaria capaz de sacarnos, en vez de sonrisitas, miles de carcajadas. Inclusive dio muestras de su versatilidad y nos envolvió en dos monólogos que demostraron hasta qué punto este artista es un inventor de absurdos, certezas y casualidades.
No parábamos de aplaudir, tuvo que regresar a petición del respetable público que, en esta oportunidad, de respetable sólo teníamos los oídos y el corazón, totalmente entregados a semejante alienación, bendita, de cultura y sensibilidad. Lo mejor de todo es que el Festival Internacional de Música Itinerante se tomó a Bogotá y a Medellín desde el 19 de septiembre al 2 de octubre. Muchas de las funciones son gratuitas y vale la pena reconocer y, sobre todo, disfrutar del esfuerza de la Fundación Barrio Colombia. A Umberto Pérez y los demás cómplices de esta aventura un gracias infinito.
7 comentarios:
Sólo por la magia se mantiene despierta la vida. Stefan George.
águila...
Me gusto particularmente el joven Camargo, bien mordaz. Apostaría que va contigo en alguna medida...
Andas cada noche en el Festival, Caselo?
Carlos Eduardo:
Vi el video en donde apareces y que trata sobre el proyecto con la escritora Reyes? Lo mismo que me dije desde la primera vez que te lei: "es un escritor nato".
Aun trabajas en esa línea de llamadas?
Aguila, que gusto que vuele por acá. Hermosa frase, la comparto plenamente. Un abrazo.
Mi querida Iraidia, como siempre tus palabras me llenan de ánimo. Te repito: es un honor para mí que me visites. No puedo ir a todas las presentaciones, pero trato de asistir a algunas. La de ayer fue mágica. Me impresionó muchísimo Masliah. Y claro mi compatriota Roberto Camargo es un excelente artista, con mucho humor e ironía.
Trabajé en la línea 113 hasta el 2008. Me estaba enloqueciendo. Por dos años largos recibí entre 900 y 1000 llamadas diarias, entonces un día no aguanté más y renuncié. Además me sentía explotado. Créeme, en países como Chile y Argentina, este tipo de trabajos se remuneran mejor, con dos y hasta tres sueldos mínimos. Acá sólo el salario mínimo por estar nueve horas pegado al teléfono.
Un abrazo enorme
Carlos Eduardo
Me hubiera gustado estar allí, y en mi locura, imagino que mi hijo Efrén Camilo, guitarrista de rock, alguna vez participe en un festival así.
Un saludo desde México.
Te comprendo, Caselo. Hiciste bien. No se si yo podria aguantar ese tipo de trabajo. Recuerdo que en una emergencia trabajé en la pizarra del banco en que trabajaba y fueron apenas unos dias, y por poco me vuelvo loca también.
Y, se me olvidaba decir, nada comparable la pizarra telefonica de rutina que yo tuve esos dias con casos de verdadera emergencia que ya por si mismos deben causar nerviosidad.
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