domingo, enero 04, 2009

En respuesta al mar

Mi Reina de mi corazón me regaló hoy el mar. Ella sabe que no lo conozco. Por eso y porque además su amistad y cariño se han convertido en un tesoro, las palabras de Mi Reina me alegraron esta tarde de domingo y- de una vez- todos los días del año. Mejor que sea el duendecito que llevo en mi corazón(y al que siempre despiertas) el que te dedique algunas frases. Desde los más profundo de mi corazón GRACIAS.




Bogotá, enero 4 de 2009


Te lo diré al oído. Me acercaré lentamente hasta soltar ese susurro que tengo guardado. No es un secreto, ni siquiera una profecía. Tan sólo se trata de una pequeña brisa extraviada en los surcos de mi memoria. Hace mucho que ando de aquí para allá. Mis pasos se pierden en medio de esta ciudad caótica y, en lugar de salir de sus fronteras, termino- una y otra vez- en el punto de partida. Si sumara los kilómetros que recorro día a día te aseguro que se esfumarían las distancias. No basta tenerte en mi pensamiento. Tampoco sentir tu presencia cuando abrazo todos los domingos un árbol. Inclusive a veces me resulta simpático buscarte en el rostro de las mujeres con las que me cruzo. Me gusta adivinarte en cada una de ellas. ¿Serás la morena que sonríe? ¿O tal vez aquella trigueña que acaba de subirse al bus? Quién sabe. A lo mejor estás más allá de cualquier lógica subordinada a los fantasmas de mi realidad.


Me piso la cola. Son ridículos los puntos cardinales, los almanaques, los relojes y los muros de silencio. Me gustaría tanto proponerte una tregua. Hacer de cuenta que nuestras antípodas no existen. No enarbolo banderas blancas porque tú y yo no estamos en guerra. Mucho menos espalda contra espalda en posición de iniciar el duelo. Simplemente jugamos a reconocernos en el margen de la hoja en blanco.


Acuérdate de mí mañana. Sabes que naufrago en una orilla de voces que me nombran, equidistante de tus meridianos, invisible para tus paralelos, ausente de las horas que acarician tu mirada y luego se desgarran a la vuelta de la esquina.


Y ahora, como para variar, vienes a rescatarme con un hilito amarillo que desemboca en ese mar que me dibujaste. He perdido mucho tiempo, esa es la verdad. Por eso, desde esta quietud que ya se marcha, me dispongo a abordar el navío de mis sueños. Claro. Antes de comenzar el viaje no olvides el susurro que te solté en el oído. Guárdalo y recíbeme dentro de poco con el eco de tu rumor que baña las rocas, aloja al sol al caer la tarde y es dulce melodía de gaviotas, algas, arena y caracoles…

viernes, enero 02, 2009

Empiezo el año con pie derecho


Las primeras horas del 2009 me sorprendieron con cuatro premios. Bueno a decir verdad tres. Ya les explico por qué. En primer lugar mi Reina de mi corazón-Muy personal- comparte conmigo tres hermosos regalos. Yo los acepto como unos tesoros porque vienen de una mujer dulce, apasionada, sensible, soñadora y que, además, se ha convertido en una compañera incondicional y esperanzadora aún en la distancia. Y, para ser consecuente con este detalle, tengo ahora que escoger quince blog que merezcan estas distinciones. Pues bien; después de pensarlo detenidamente tomé una decisión: lo entrego a mis cómplices que me visitan a diario y también a los que entren a este espacio por cualquier motivo. Es un honor contar con su presencia, cariño y amistad.



De la misma manera, pero el año pasado, mi muy querida amiga Liz-"Historias de un ático"- me otorgó un premio. Lamentablemente debido a mis dificultades de conexión a internet no había podido subirlo al blog. Por fortuna poco a poco he ido superando los inconvenientes y hoy tengo la enorme satisfacción de traerlo a mi casa y-a su vez- entregarlo a todos ustedes. Gracias Liz por tu galardón emotivo y muy dulce también.

A quienes vienen a este espacio les doy entonces cuatro premios que espero se multipliquen en los corazones de decenas, miles, cientos, millones de personas.


Los quiero de verdad

Carlos Eduardo- Caselo

jueves, enero 01, 2009

Su nombre es...


-“¿Ya no me quieres a tu lado?


-“Sabes que eres necesaria, casi como el aire. Pero también a veces te conviertes en puente colgante sobre un abismo de incertidumbre. No es que ya no te quiera. Simplemente decidí salir de mi caverna”


-“No seas desagradecido. Te he acompañado cuando nadie volteaba ni siquiera a mirarte”


-“Lo sé. ¿Crees que no me daba cuenta? Y sí. Reconozco que gracias a ti fluyó la inspiración, tuve la oportunidad de buscarme y, en ocasiones, hasta llegué a encontrarme. No lo tomes a mal, sin embargo, pues hoy decidí abandonarte”.


-“¿Estás seguro? ¿Piensas que te desharás tan fácil de mi?”


-“No soy tonto, tampoco ingenuo. Y ya que me hablas en ese tonito fastidioso de sentirte indispensable, déjame decirte que solamente yo soy quien tiene la capacidad para querer estar a tu lado o no. En eso eres vulnerable, igual que cualquiera”.


-“Jajajaja. No me hagas reír. Te apuesto a que mañana vendrás con el rabo entre las patas, la cabeza gacha, los ojos llenos de lágrimas y esa carita de corderito degollado que pones cuando alguien te rompe el corazón. Y yo te extenderé mis brazos, cubriré la ventana con mi manto de bruma, cantaré las melodías más tristes y te secaré una a una las lágrimas”.


-“Y pasado mañana me levantaré sin despertarte. Correré los velos que me has puesto, dejaré que la luz del sol me de un buen puño en mi sonrisa. Entonces tomaré el primer café de la mañana, prenderé un cigarrillo, pondré a Silvio Rodríguez, cogeré el teléfono y la llamaré. Si, le propondré que juguemos a las escondidas, que bailemos un vals en plena carrera décima, que abracemos un árbol, que caminemos hasta perdernos en el último recoveco.”


-“No aceptará”


-“Te equivocas. Su nombre es…”.


-“Eres un desgraciado. Ya verás que jamás te separarás de mi: tu fiel y constante amiga llamada …”


-“Déjame terminar. No me interrumpas. Su nombre es...”

miércoles, diciembre 24, 2008

A la altura de nuestras miradas




_"Ven, acércate, el aires es frío. No temas, la pijama de cuadritos verdes, la bufanda café, las medias gruesas de lana y ese simpático gorrito que llevas puesto te protegerán. Acomódate en aquel cráter es muy confortable. Ahora que estás aquí dime: ¿Qué sientes al verla?"


_ "La imaginaba imponente, plena, orgullosa de albergar en su interior la vida que se extingue y se renueva constantemente; sin embargo es un astro igualito a los demás. ¿Sabes?, Hoy que me das la oportunidad de observarla desde tu perspectiva, recordé mi adolescencia. Por esa época solía maravillarme al divisar el dibujo de Latinoamérica desplegado a lo largo de tu territo. Nunca pensé que, de este lado, mi continente brillaría por su ausencia. Es extraño descubrir que la tierra también tiene su cara oculta".


_ "Latitudes, meridianos, paralelos, límites, fronteras, almanaques, relojes; todos son simplemente muros edificados con diferentes nombres. Fíjate en la esfera que, de tanto navegar al rededor del sol y de girar sobre su propio eje, aveces te pone de cabeza. Es tu espacio, tu hogar, tu realidad...Oye ¿Qué haces?, me pones nerviosa."


_"Disculpa, voy a cavar con mis manos. Quiero ampliar el cráter y permanecer por siempre en este sitio."


_"Ay mi niño.."


_"Un momentico, vamos despacio ¿Cuál mi niño? !Casi cumplo 38 años!"



_"¿Y qué? Yo tengo millones; no obstante, en ciertas oportunidades, me sonrojo. Basta con que el Sol se interponga entre tu planeta y yo; en ese instante el rubor se me sube al rostro, tiñéndolo de un colorado intenso; lo mismo que un tomate. Si eso me sucede ¿Por qué te enojas si te digo niño? En cuanto a tu idea de quedarte para siempre ¿No te parece descabellada? Ejemplo: ¿Crees que un Elfo renunciaría a la eternidad por amar a un humano? Aunque tu caso es contrario, no olvides que el tiempo agoniza con el minuto que se apaga. La existencia es efímera, se escapa en un abrir y cerrar de ojos. Es hora de que regreses a tu casa."


_"Perdona la insitencia, partiré, necesito viajar, conocer el mundo. No ha sido fácil; junto a tí supe cuan válidas, mágicas, verdaderas, podrían llegar a ser la caja de Pandora, La cueva de Alí Babá y sus cuarenta ladrones, la fuente de la eterna juventud, la Atlántida, el Ave Fénix, el fuego que Prometeo robó a los dioses..."


_"Ay, mi niño. Y en ese intervalo de la oscilación del péndulo, no reparaste en que, al mismo tiempo, existe la calle aparentemente solitaria, pese a mantenerse colmada de transeúntes hundidos en el anonimato; el ascensor que se desplaza al último piso; el bus por cuya ventanilla la ciudad retrocede y se adelanta; el parque invadido de hombres, mujeres, niños, ancianos; las amplias praderas; los bosques frescos; las empinadas cumbres; los océanos infinitos; los desiertos... Y a lado y lado de la carretera, un sinnúmero de historias que setejen a diario en cada rincón del universo y fuera de él. Te aseguro que, mientras Tú y yo conversamos, una nueva estrella se ilumina al encontrarse, frente a frente, con su Isla Desconocida."


_"¿Habrá algún puente, un sendero, por lo menos una llave oculta?"


_"Más que eso, hay una escalera apoyada en la materia; interminable, elevada en dirección al Cosmos.. En adelante debes aprender a subir y bajar...subir y bajar...subir y bajar...subir y..."

jueves, diciembre 18, 2008

Estrella solitaria, del amor y la esperanza




Pescador, lucero y río - Garzon y Collazos


El río pasa silencioso al amparo de la noche. La creciente suele ser un preludio, el anuncio casi imperceptible de profecías o, tal vez, la señal de un camino alumbrado por luciérnagas. Samuel lo sabe, por eso se desplaza en su canoa guardando la ilusión de una buena pesca. Hace frío. Quizás sea la tristeza que produce ver la red vacía. “Piquen, por amor de dios, piquen” pronuncia una y otra vez, mientras su clamor se desvanece en un eco melancólico. De nada sirve la caña endeble provista de la carnada justa; tampoco la maraña de hilos entrelazados dispuestos cual laberinto de añoranzas. La corriente se detiene al igual que el viento, que las ondas, que la respiración, que el tiempo. “¿Caudal sin rumbo?”Murmura Samuel ante la sorprendente y enigmática circunstancia. Más, como si se tratara de una broma del destino, un sinnúmero de peces comienzan a saltar a su alrededor. Desesperado se levanta, cuidándose de no perder el equilibrio. Una vez en pie balancea los brazos e intenta atrapar, si quiera, uno de aquellos escurridizos. Parece un ciego que tantea con sus manos el muro invisible que lo separa de la orilla. De repente todo queda quieto, hasta el rumor del río calla.Temeroso el pescador advierte un singular brillo subir entre burbujas, flores, hojas, espuma. En un acto reflejo retrocede; pese a ello se detiene, justo en el límite que le impide irse de espaldas. Tras breves segundos de agonía una figura emerge, coloreando con su fulgor agua, caña, red, canoa y la aterrorizada silueta del hombre. Samuel no musita palabra; un sudor frío recorre su cuerpo transformado en gelatina por el miedo. “¿Quien eres?”. Voltea a lado y lado la cabeza. Escudriña el precario horizonte. No divisa nada. “¿Quién eres?” Repite la voz melodiosa. El pescador se llena de valor y responde: “Un humilde pescador…muy asustado” y se desploma en su canoa. “Ahhh, gracias. Pensaba que eras mudo”, replica la voz angelical y, enseguida, suelta una risita burlona. “¿Cómo te llamas?”. El hombre no se atreve a contestarle a la voz de caramelo, pero la insistencia de su interlocutora logra vencerlo. “Me llamo Samuel”, exclama el pescador. “¿Samuel a secas?” Pregunta la voz de terciopelo. “Sí, Samuel a secas”, manifiesta el hombre más muerto que vivo. “Disculpa. Es que no es fácil para una estrella de mar encontrarse, así no más, en un río. Muchísimo menos con un pescador tan tímido”, explica la voz que acaricia. “¿Tímido yo?” Replica Samuel herido en su orgullo. “Y a ti ¿Te parece muy normal toparme una noche de mala pesca con una estrella de mar?” Agrega. “Además ¿Qué diablos hace un ser del océano en estas latitudes?” Inquiere el pescador vivamente interesado. “Yo qué voy a saber”, contesta la voz de Jazmines. “Solamente recuerdo que me dormí. Soñé que caminaba mares, navegaba desiertos. Desperté; una enorme ola me arrastró y, aunque parezca ilógico, vine a parar aquí”. Meditó un instante y anotó: “¿sabes? A pesar de todo me encanta este río". Al cabo de un rato expresó: “Oye ¿No ve vas a ayudar a subir?”. Samuel vaciló. No se arriesgaba a satisfacer los deseos de la voz de campanita, sin embargo, un cosquilleo de alas de mariposa se alojó en su estómago. Ahí decidió tomar entre sus manos a la bella aparición. Ya dentro de la canoa el pescador preguntó: “Y Tú ¿cómo te llamas?”. La voz de algodón de azúcar susurró: “Estrella Solitaria”.

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Samuel vivía en un rústico y sencillo bohío. Desde esa noche la morada adquirió un aroma especial en el que el olor de la madera, se mezclaba con la deliciosa esencia de estrella; a su vez su voz de selva viajaba libre, misteriosa y milenaria por todo el territorio ribereño.

Estrella tiene cinco puntas; era maravilloso verla atrapar en su aliento los destellos del fuego. Escribe sin pausa; sus ojos serenos se posan delicadamente en la hoja en blanco y elabora frases que, posteriormente, son depositadas en el viento. A Samuel le gusta la música. A menudo se acomoda en su silla, coge la guitarra, desliza los dedos por las cuerdas y ejecuta acordes entrañables. Una madrugada el pescador le dedicó a su Estrella Solitaria la canción que sería testimonio de la mágica historia:


“CUENTAN QUE HUBO UN PESCADOR BARQUERO
QUE PESCABA DE NOCHE EN EL RIO
QUE UNA VEZ CON SU RED, PESCÒ UN LUCERO
Y FELIZ LO LLEVÒ, Y FELIZ LO LLEVÒ A SU BOHÌO…”


Estrella se acercó conmovida. Con una de sus puntas apartó la guitarra de Samuel; con la otra le tapó suavemente su boca y, con las restantes, se abrazó contra su pecho. Luego dijo: “No sigas. Deja que la canción se cante a sí misma. Más adelante me enseñarás las demás estrofas. Quiero descansar al compás de los latidos de tu corazón”. Samuel la abrazó fuertemente y permanecieron muy juntos, como si fueran uno.

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El tiempo transcurría lento y a veces veloz igual que el galope de un caballo alado. Estrella y Samuel acostumbraban a caminar por senderos de follajes suaves, apacibles. Descansaban bajo el árbol más frondoso. Allí, resguardados por su sombra, Samuel aprovechaba para continuar su sentida serenata:

“Y DESDE ENTONCES, SE ILUMINÒ EL BOHÌO
PORQUE TENÌA ALLÌ A SU LUCERO
.
QUE NO QUISO VOLVER, MÀS POR EL RÌO
DESDE ESA NOCHE, EL PESCADOR BARQUERO…”

Estrella sintió que los colores del arco iris se adherían a su piel. Recostó sus cinco puntas en el hombro de Samuel y le rogó: “Por favor, calla. Escuchemos el concierto que nos ofrece este sublime paraje. Es la armonía de la naturaleza, te la regalo”.

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Frecuentemente se divertían jugando a las escondidas, lo que representaba un verdadero reto. En efecto. Dado que ninguno de los dos se aguantaba las ganas de encontrarse, a quien le correspondía el turno de contar- prácticamente- olvidaba los números con tal de disfrutar de la calidez de su alma gemela. Precisamente, en uno de esos juegos, Samuel extravió el rastro de estrella. No supo dónde hallarla, ni la manera de encontrarla. Corrió, trepó arboles, inclusive se arrojó en el río. Esa tarde el hombre experimentó una soledad inmensa. Regreso aturdido, desolado, pero no reparó en un detalle: puesto que la conocía le hubiese bastado descubrirla, simplemente, confiando en su intuición y en sus sentidos. Estrella se resguardaba en los árboles, lo esperaba camuflada en las hojas, saltaba- de aquí para allá- alegremente, sin separarse ni un sólo minuto de Samuel; no obstante el confundido pescador creyó perderla.

El bohío parecía una estructura fantasmal, envuelto en la bruma propia de la soledad y del abandono. El hombre entró con la cabeza gacha. De un momento a otro, la voz que lo reivindicaba con la existencia pronunció levemente: “Samuel termina la canción”. En esta oportunidad Estrella lloraba desconsolada. El hombre no alcanzó a comprender. Reflexionó, alzó la guitarra y, en tonos menores, interpretó:

“Y DICEN QUE DE PRONTO SE OSCURECIÒ EL BOHÌO
Y SIN VIDA ENCONTRARON AL BARQUERO.
PORQUE DE CELOS SE DESBORDÒ AQUEL RÌO
ENTRÒ AL BOHÌO Y SE ROBÒ EL LUCERO ENTRÒ AL BOHÌO…Y…SE…ROBÒ…EL…LUCERO”

Estrella se abalanzó sobre el pescador. Sus cinco puntas se aferraron a su cuerpo, sus labios se unieron a los del hombre y se besaron apasionadamente. Las lágrimas se confundieron, los alientos se fusionaron, fueron uno solo más que nunca. Estrella sonrió tenuemente. Selló la boca de Samuel con un nuevo beso y confesó. “Tengo que volver al mar”. El pescador no dejaba de sollozar. No admitía razones ni motivos. En su egoísmo, resolvió increpar al río, al mar, al viento, al destino, a la vida misma. Estrella lo contemplaba respetuosa y melancólica hasta que, finalmente, el hombre se calmó. En su interior se afianzó una certeza: había sido suficiente disfrutar de la mágica presencia que marcaría, definitivamente, pasado, presente, futuro. Samuel estrechó a estrella, la sentó en sus piernas y la admiró detenidamente. Poco a poco entendió que el agua debe fluir, que su Estrella Solitaria formaba parte del Universo, que jamás se separaría de su lado. Del llanto ahogado pasaron a rememorar los momentos gratos, también las tristezas. Estrella reía, Samuel ensayó melodías renovadas, el bohío adquirió la claridad que se refleja en el rostro de un niño recién nacido. Salieron, caminaron por los senderos de follajes suaves, apacibles. Llegaron a la orilla del río, subieron a la canoa y se marcharon, guiados por la sabiduría del firmamento. Cuando se detuvieron en el punto exacto, el pescador depositó a Estrella en el agua haciendo gala del amor puro e ilimitado que lo caracterizaba. Ella se fue no sin antes regalarle millones de besos, suspiros y caracoles.

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Cuenta la leyenda que el bohío de Samuel se convirtió en estación de paso obligada de los habitantes de la región. Aún en noches de mala pesca, un hombre es capaz de culminar exitosamente la dispendiosa faena. Con la red colmada el pescador recibe a sus huéspedes: hombres curtidos por el trabajo, acompañados de sus mujeres y sus hijos. Reunida la concurrencia Samuel evoca emocionado los pormenores de la historia. Después entona la canción, símbolo del amor inquebrantable; y, con voz entre cortada, finaliza elevando los ojos al cielo. Dentro del grupo de niños asistentes hay uno muy especial llamado Benjamín. Una noche, luego de que Samuel concluyera su narración, levantó la manita y preguntó: “¿Cuál es el nombre de tu amada?”. El pescador lo miró con ternura, se aproximó, pasó los dedos por las mejillas del chiquillo y contestó: “Hijo, su nombre es Estrella Solitaria…Estrella del Amor…Estrella de le Esperanza”. De inmediato, y ante el asombro generalizado, la inconfundible voz se manifestó con su acento de canela. Desde algún lugar del cosmos interrumpió la calma de la velada y, cariñosamente, pronunció: “Y tu serás siempre el mago de mi corazón”. Dicho esto un aire tibio se apoderó de la estancia, miles de destellos de luciérnagas se precipitaron y un sin fin de fueguitos juguetones danzaron, formando pareja con millares de mariposas multicolores.