sábado, enero 10, 2009

A cuentagotas


Para ti Roxanne que sueñas con aquellos ojos color turquesa

Salieron a caminar y los sorprendió un aguacero. Iban de la mano sin dejar ni siquiera un resquicio por el que pudiera filtrarse la distancia. A su paso los charcos desdibujaban sus siluetas y en las paredes los grafitis de la contracultura los saludaban con su ironía.

“Te lo advertí. En la radio anunciaron que llovería a cántaros”, le dijo ella empapada de pies a cabeza.

“Ya sabes que soy un escéptico irremediable. No le creo a ninguna predicción”, explicó él mientras le desordenaba cariñosamente sus cabellos”.

“Bueno pero no negarás que desde esta mañana habían grandes nubarrones en el cielo” le susurró ella en el oído al tiempo que le secaba el rostro con su pañuelo.

“Es verdad. Aunque- pensándolo mejor- ¿quién garantiza que más bien no sean nubes cargadas de amor?, respondió él y enseguida le acarició una oreja.

Un perro pasó en medio de los dos, aún así no se soltaron. El animal atravesó la avenida, olfateó cerca de una caneca y empezó a saborear un hueso que yacía en el pavimento. Las luces de los carros se paseaban de un lado al otro. Miles de paraguas navegaban izados en los brazos de la multitud y en el paradero del bus una fila de despojos humedecidos por la lluvia- y gastados por el trajín del día- esperaba su turno con algo de impaciencia.

“Te quiero,” pronunció ella cuando se detuvieron debajo de un poste de luz.

“¿Así haga un frío de los mil demonios?”, contestó él y después soltó una sonrisa burlona

“Sí”, replicó ella y le besó la mejilla.

“¿Nos volveremos a encontrar?”

“Tal vez. Ya me conoces. No confío mucho en las certezas”

“Yo no soy una certeza precisamente”

“Entonces ¿quién eres?”

“Un suspiro”

“No me convences”

“Una suave melodía”

“No lo creo”

“Un rayo de Luna”

“En ese caso te prometo que mañana, pasado, la otra semana, el año que viene, la próxima década y el siguiente siglo nos veremos”

jueves, enero 08, 2009

Después de la bohemia


No vale la pena hacer un inventario de nuestras frases inconclusas. Siempre faltó llenar los espacios vacíos. En más de una ocasión partimos sin decirnos adiós. Y ahora que lo pienso fue mucho mejor así. Le huyo a las despedidas. Prefiero marcharme y dejar una puerta entreabierta por la que irrumpan, de vez en cuando, algunos ecos clandestinos. Sé muy bien que las orillas nunca llegan a abrazarse. A lo mejor se tocan gracias a uno de esas líneas que se cruzan en todos los sentidos. Pero el agua sigue adelante. Ni siquiera se detiene a mirar las rocas que se alejan lentamente.


Vaya ¿será posible encontrar tu sonrisa en uno de tus recuerdos? A veces me visitas en sueños y te descubro de inmediato porque traes una melodía que me hace sudar frío. Adivino tu rostro cuando tus ojos escudriñan mi cuerpo tendido, cansado, a la deriva. En ese momento despierto y me encuentro en la habitación de todos los días. Me le adelanto al timbre del reloj. Siempre le gano la partida y sonrío al escuchar ese pitico ya retrasado y sin posibilidades de anunciar un nuevo amanecer.


Anoche bebí en exceso. No tuve ningún inconveniente y me tomé la última botella de vino. No encontré nuestras copas. Se me había olvidado que esa noche las arrojamos sin ver en dónde cayeron. Aquel fue nuestro pacto, la certeza de que los cristales fragmentados en la acera serían testigos del amor. Seguramente- ya de madrugada- el barrendero habrá recogido los pedazos de vidrio. A la mañana siguiente te marchaste y ayer tomé en silencio, directamente de la botella, sin poder ofrecerte así mi brindis en memoria de la ausencia.

domingo, enero 04, 2009

En respuesta al mar

Mi Reina de mi corazón me regaló hoy el mar. Ella sabe que no lo conozco. Por eso y porque además su amistad y cariño se han convertido en un tesoro, las palabras de Mi Reina me alegraron esta tarde de domingo y- de una vez- todos los días del año. Mejor que sea el duendecito que llevo en mi corazón(y al que siempre despiertas) el que te dedique algunas frases. Desde los más profundo de mi corazón GRACIAS.




Bogotá, enero 4 de 2009


Te lo diré al oído. Me acercaré lentamente hasta soltar ese susurro que tengo guardado. No es un secreto, ni siquiera una profecía. Tan sólo se trata de una pequeña brisa extraviada en los surcos de mi memoria. Hace mucho que ando de aquí para allá. Mis pasos se pierden en medio de esta ciudad caótica y, en lugar de salir de sus fronteras, termino- una y otra vez- en el punto de partida. Si sumara los kilómetros que recorro día a día te aseguro que se esfumarían las distancias. No basta tenerte en mi pensamiento. Tampoco sentir tu presencia cuando abrazo todos los domingos un árbol. Inclusive a veces me resulta simpático buscarte en el rostro de las mujeres con las que me cruzo. Me gusta adivinarte en cada una de ellas. ¿Serás la morena que sonríe? ¿O tal vez aquella trigueña que acaba de subirse al bus? Quién sabe. A lo mejor estás más allá de cualquier lógica subordinada a los fantasmas de mi realidad.


Me piso la cola. Son ridículos los puntos cardinales, los almanaques, los relojes y los muros de silencio. Me gustaría tanto proponerte una tregua. Hacer de cuenta que nuestras antípodas no existen. No enarbolo banderas blancas porque tú y yo no estamos en guerra. Mucho menos espalda contra espalda en posición de iniciar el duelo. Simplemente jugamos a reconocernos en el margen de la hoja en blanco.


Acuérdate de mí mañana. Sabes que naufrago en una orilla de voces que me nombran, equidistante de tus meridianos, invisible para tus paralelos, ausente de las horas que acarician tu mirada y luego se desgarran a la vuelta de la esquina.


Y ahora, como para variar, vienes a rescatarme con un hilito amarillo que desemboca en ese mar que me dibujaste. He perdido mucho tiempo, esa es la verdad. Por eso, desde esta quietud que ya se marcha, me dispongo a abordar el navío de mis sueños. Claro. Antes de comenzar el viaje no olvides el susurro que te solté en el oído. Guárdalo y recíbeme dentro de poco con el eco de tu rumor que baña las rocas, aloja al sol al caer la tarde y es dulce melodía de gaviotas, algas, arena y caracoles…

viernes, enero 02, 2009

Empiezo el año con pie derecho


Las primeras horas del 2009 me sorprendieron con cuatro premios. Bueno a decir verdad tres. Ya les explico por qué. En primer lugar mi Reina de mi corazón-Muy personal- comparte conmigo tres hermosos regalos. Yo los acepto como unos tesoros porque vienen de una mujer dulce, apasionada, sensible, soñadora y que, además, se ha convertido en una compañera incondicional y esperanzadora aún en la distancia. Y, para ser consecuente con este detalle, tengo ahora que escoger quince blog que merezcan estas distinciones. Pues bien; después de pensarlo detenidamente tomé una decisión: lo entrego a mis cómplices que me visitan a diario y también a los que entren a este espacio por cualquier motivo. Es un honor contar con su presencia, cariño y amistad.



De la misma manera, pero el año pasado, mi muy querida amiga Liz-"Historias de un ático"- me otorgó un premio. Lamentablemente debido a mis dificultades de conexión a internet no había podido subirlo al blog. Por fortuna poco a poco he ido superando los inconvenientes y hoy tengo la enorme satisfacción de traerlo a mi casa y-a su vez- entregarlo a todos ustedes. Gracias Liz por tu galardón emotivo y muy dulce también.

A quienes vienen a este espacio les doy entonces cuatro premios que espero se multipliquen en los corazones de decenas, miles, cientos, millones de personas.


Los quiero de verdad

Carlos Eduardo- Caselo

jueves, enero 01, 2009

Su nombre es...


-“¿Ya no me quieres a tu lado?


-“Sabes que eres necesaria, casi como el aire. Pero también a veces te conviertes en puente colgante sobre un abismo de incertidumbre. No es que ya no te quiera. Simplemente decidí salir de mi caverna”


-“No seas desagradecido. Te he acompañado cuando nadie volteaba ni siquiera a mirarte”


-“Lo sé. ¿Crees que no me daba cuenta? Y sí. Reconozco que gracias a ti fluyó la inspiración, tuve la oportunidad de buscarme y, en ocasiones, hasta llegué a encontrarme. No lo tomes a mal, sin embargo, pues hoy decidí abandonarte”.


-“¿Estás seguro? ¿Piensas que te desharás tan fácil de mi?”


-“No soy tonto, tampoco ingenuo. Y ya que me hablas en ese tonito fastidioso de sentirte indispensable, déjame decirte que solamente yo soy quien tiene la capacidad para querer estar a tu lado o no. En eso eres vulnerable, igual que cualquiera”.


-“Jajajaja. No me hagas reír. Te apuesto a que mañana vendrás con el rabo entre las patas, la cabeza gacha, los ojos llenos de lágrimas y esa carita de corderito degollado que pones cuando alguien te rompe el corazón. Y yo te extenderé mis brazos, cubriré la ventana con mi manto de bruma, cantaré las melodías más tristes y te secaré una a una las lágrimas”.


-“Y pasado mañana me levantaré sin despertarte. Correré los velos que me has puesto, dejaré que la luz del sol me de un buen puño en mi sonrisa. Entonces tomaré el primer café de la mañana, prenderé un cigarrillo, pondré a Silvio Rodríguez, cogeré el teléfono y la llamaré. Si, le propondré que juguemos a las escondidas, que bailemos un vals en plena carrera décima, que abracemos un árbol, que caminemos hasta perdernos en el último recoveco.”


-“No aceptará”


-“Te equivocas. Su nombre es…”.


-“Eres un desgraciado. Ya verás que jamás te separarás de mi: tu fiel y constante amiga llamada …”


-“Déjame terminar. No me interrumpas. Su nombre es...”