Lo pensó dos veces. Uno tras otro consumió el paquete de cigarrillos que tenía en el bolsillo. Razones para haber tomado esa decisión: muchas o tal vez ninguna. Aún inseguro subió lentamente las escaleras que conducían al tercer piso de una casa habilitada como inquilinato. Entró en una de las habitaciones. La escasa luz de la lámpara mal iluminaba las paredes sucias y la estrechez de un desvencijado catre. La puerta se cerró detrás de él. Alguien lo acompañaba. No se inmutó. Mientras se acostumbraba a esa especie de penumbra escuchó claramente la orden que tarde o temprano llegaría:
- Quítate los pantalones.
Recordó su condición de macho.Pelo en pecho. Un duro en su barrio. El que conquistaba las mujeres más bellas. También el mejor peleador. El único capaz de enfrentarse hasta con el mismísimo diablo. Todo a los veinticinco años. Obedeció, no había más remedio. Su mente quedó en blanco. Sudaba. La garganta seca. Un frío extraño le calaba sus huesos.
-Ahora acuéstate…boca abajo.
Obedeció a la voz recia del hombre. Se tumbó en el catre con la cabeza clavada en la almohada y esperó. Tenía que esperar. Sólo podía esperar.
-Tranquilo: nos protegeremos.
Seguramente utilizaría aquel aislante de látex capaz de prevenir contagios; jamás los efectos devastadores de la humillación y la vergüenza. No tuvo tiempo de reflexionar más. De repente sintió que le desgarraban las entrañas. El primer embate fue doloroso, cruel, imprevisto. Cerró los ojos. Dos solitarias lágrimas se escaparon. Le dieron nauseas. Una pausa justa y -enseguida- la segunda arremetida. Otra vez dolor y esa horrible sensación caliente y viscosa que se esparcía por su interior. Tras minutos eternos se entregó a la realidad. Nada podía hacer. Estaba ahí. Solitario. Abandonado a su suerte, resignado ya a una tercera y brutal embestida... De pronto la tregua inesperada
-Por hoy es suficiente
Aunque lo odió no dejó de agradecer que la pesadilla hubiera terminado… solamente por ahora. Se incorporó despacio. Con dificultad se puso los calzoncillos. Luego los pantalones. Le costó trabajo meter cada pierna. Después agarró los zapatos y se calzó. Iba a dejar las cosas así... No pudo evitarlo. Se volteó para conocerlo. Entonces lo vio. Rostro maduro. Quizás de cincuenta años. Gordo. Canoso. Sonrisa burlona. Mirada penetrante. Estiró la mano y recibió el sobre con lo acordado.
-No estuvo nada mal para ser tu primera vez…
Lo abrió.Revisó.
- Pero deberás regresar...
Comprobó el contenido: completo. No faltaba nada.
-Todavía debo aplicarte dos supositorios más. Vuelve en dos días.
Dicho esto el farmaceuta se quitó los guantes, los tiró a la caneca y salió silbando alegremente del cuarto.
9 comentarios:
¡Que cabrón! jajajajajajaja
y sobra decir que te lo digo de cariño.
Me encantó, GENIAL!!!!!!!!!!!!!
Un besote risueño
¡¡Ups!! Estoy sonrojada, me traicionaron mis pensamientos, jajaja.
Un beso casto y puro.
QUe buena, ajajajaja. Me ha encantado. Ha sido genial. Prometo volver. Magnífico blog. Te espero por el mío. Un fuerte abrazo.
Carlos, es genial, no me esperaba ese final...jaja
Un beso, te estás superando mago de mi corazón
MJ
Hay querido mago, que mal pensada fui...
jajaja
al menos me causa gracias de mi misma.
me encanto, besos querido
Que mal pensada que soy!jajjajjaj aunque creo que no seré la única jajajjaaj. Un beso
has conseguido hacerme sufrir hasta el final,
besos
JAJAJAJAJAJ extraordinariooo !!!
me encanta leerte caselo!!
hola soy sandra muy bueno tu blog te espero en el mio!!
EL FUTURO ES SOLO TUYO SOLO A TI TE PERTENECE Y CON FE EN DIOS VERAS QUE LA MONTAÑA NO ESTAN ALTA NI EL HORIZONTE TAN LEJANO LO MARAVILLOSO DE ESTE MUNDO ES QUE NO IMPORTA DONDE ESTAMOS SINO HCIA DONDE NOS DIRIJIMOS
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