martes, junio 26, 2012

Antípodas que se dan la mano

Nunca imaginé que llegaría a añorar a alguien que, aún
en su condición de ex presidente,  le sigue haciendo daño al país. Jamás pensé que me haría falta su actuar pendenciero, chambón, autoritario y grosero. Juro que no estaba ni siquiera en mis pesadillas más terribles, pero debo confesar que extraño a Uribe. Sé que decepcionaré a más de uno. De antemano lo siento; sin embargo tengo que ser honesto y reconocer que entre Santos y Uribe el diablo ya escogió.

No soporto el cinismo y la hipocresía de ninguno los dos, aunque con Uribe  sabía a qué atenerme: podrían considerarme guerrillero si no apoyaba sus delirios de pacificador del siglo XXI, o compatriota ejemplar si detestaba a Chávez,  Correa,   Piedad Córdoba, las ONGS de Derechos Humanos, Hollman Morris, entre otros. En cambio con Santos las cosas son tan etéreas, irreales y fantasmagóricas que sinceramente no sé en qué posición ubicarme. Y, por los acontecimientos de la última semana, veo horrorizado que la mayoría de los colombianos tampoco.

Uribe tenía la gracia de amenazar por teléfono a su misterioso interlocutor  con aquel sonoro y recordado: “le voy a dar en la cara, marica”, mientras que nuestro actual Presidente sería incapaz de proferir siquiera un “no seamos tan pendejos”. En realidad Santos es la decencia en pasta,  un gentleman salido de otro mundo, el estadista tipo Menem (que no me odien los argentinos, por favor), la caricia que esconde una tremenda bofetada. Maneja los hilos del poder como prestidigitador que se respete, saca cartas de debajo de la manga y siempre gana la partida sin inmutarse. Muy diferente al señor Uribe, quien nos acostumbró a su delicado actuar de matarife (con respeto a todos los matarifes) que jamás se quita su delantal  untado de sangre fresca.

A los que se quejan por la desfachatez que mostraron los congresistas que conciliaron la famosa “Reforma a la justicia”, debo decirles que también están confundidos. ¿Se han puesto a pensar en lo que significa lidiar con Santos y asistir a reuniones que terminan pareciéndose a partidas de póker? Nuestros honorables Padres de la patria siempre estarán en desventaja. ¿No ven que ellos juegan tejo y, a lo sumo, billar a tres bandas? Hasta el pobre Simón Gaviria se dejó  hipnotizar y terminó votando a favor una reforma que no leyó. Lo peor del asunto es que Santos, la noche de la Reforma, se encontraba fuera del país. Entonces tendremos que aceptar que su poder está en todas partes como el de dios.  


Ahora sí entiendo por qué los uribistas gritan: “¡Santos es un traidor!” Jamás podrán admitir que un dandi bogotano, en un abrir y cerrar de ojos, hubiera destronado al anterior monarca que se aferró su pedestal durante ocho años seguidos. De ser un país dirigido por un gamonal, pasamos a una “Tercera vía” manejada con guantes de seda y finos modales. Solo nos quedan los primorosos trinos (que se parecen más a bramidos) de Uribe vía Twitter  para sentir su presencia. De otra manera, aquellas épocas de garrote quedarán archivadas en el imaginario de una sociedad que, en su momento, fue alentada por un falso nacionalismo, al tiempo que la mal llamada  zanahoria de hoy seguirá reinando en medio de la “calma chicha” que padecemos históricamente los colombianos.

lunes, junio 18, 2012

¿Así era Escobar, el Patrón del mal?

A Caracol televisión le tiene sin cuidado que se contextualice o se reflexione acerca de los hechos; al fin y al cabo lo que sucedió forma parte del pasado. Y para reforzar la necesidad de revivir esos fantasmas, apelan a la manida frase: “pueblo que olvida su historia corre el peligro de repetirla.” Un discurso que tiene como único propósito, no nos digamos mentiras, que los colombianos prendamos el mayor número de televisores posibles a la hora en que se anuncia su programa estrella: “Escobar, el patrón del mal”. 

He visto los cinco capítulos de la serie, y todavía me cuesta creer que alguien piense que se trate de una estrategia cuya finalidad sea exorcizar nuestros demonios. Todos sabemos que Escobar fue malísimo; también que en su privacidad era un tipo queridísimo que daba la vida por su familia y sus amigos, que regalaba plata a las personas humildes de las comunas y que, inclusive, construyó barrios enteros y acondicionó canchas de fútbol, supuestamente, para que la juventud tuviera alternativas de esparcimiento que la alejara del vicio. Eso no significaba, sin embargo, que esos beneficiarios ignoraran que detrás de tamaña muestra de altruismo se escondía la verdadera razón: convertirlos en cómplices incondicionales de sus fechorías. No en vano muchos de esos jóvenes, adictos al fútbol, terminaron conformando los temidos grupos de sicarios al servicio de Pablo Escobar. 

 En la promoción de la serie el canal asegura que la intención es contar la macabra historia a partir de las víctimas. Nos sugiere con ello una especie de homenaje (muy justo y tardío, hay que reconocerlo). Lamentablemente lo que se ha mostrado, hasta ahora, es que esas victimas son- al igual que los actores que las encarnan- personajes secundarios o de reparto. Van desapareciendo sin dejar rastro y de paso nos notifican que, más allá de representar esa parte del país que no se vendió, significan obstáculos sin importancia. En lo que va corrido de la serie, los muertos a manos de "El patrón" han sido un "sapo" ecuatoriano y dos investigadores que llevaron por segunda vez a Escobar y a su primo a prisión. Quién sabe cómo serán las cosas cuando aparezcan en escena Lara Bonilla, Guillermo Cano o Luis Carlos Galán, entre otros. Ojalá les den más minuticos al aire.

 Pablo Emilio Escobar Gaviria (siempre pronuncia su nombre completico en cada capítulo), con o sin serie, fue un delincuente que dejó tras de sí una leyenda y una huella imborrable. Por una u otra razón nos tocó en suerte durante tantos años vivir en una sociedad doblegada por el terror, aunque a la vez hipócrita y de doble moral que se entregó a sus caprichos. No olvidemos, por ejemplo, aquellos años ochenta del fútbol colombiano con equipos llenos de figuras de renombre internacional. Todos sabíamos que el narcotráfico se había instalado en el fútbol, aun así preferimos voltear la cabeza hacia otro lado. ¿Acaso no estuvimos a punto de organizar un mundial en Colombia?. 

Ostentación y derroche fueron las características más sobresalientes de Escobar, aparte de su determinación para destruir cualquier cosa- o persona- que se le atravesara en el camino. Quizás por eso no logro entender que la ostentación y el derroche (filmada cien por ciento en exteriores, con alta tecnología, recreando fotos idénticas a Escobar y su combo, miles de extras... Mejor dicho: echaron la casa por la ventana) sean, precisamente, elementos de la marca registrada que Caracol televisión usa al vendernos un producto traqueto como la cultura que lo inspiró. Porque, qué carajos, dirán los genios creativos: “¿no ven que es una superproducción?”.

jueves, junio 07, 2012

Detrás de las paredes.

Comparto una entrevista que me hicieron del programa "Detrás de las paredes" de Radio la bemba de Argentina, dirigido por Christian Madia. Hablé sobre la situación social, política y la influencia de Uribe en nuestro país.