lunes, octubre 05, 2009

Simplemente La Negra



La vi en 1992 en un concierto al lado de Alberto Cortez y Nito Mestre. La Negra bailó, tocó el bombo, cantó, y nos regaló la inigualable interpretación del folklore latinoamericano que, gracias a su voz, adquiría la esencia de lo sublime. Algo normal en una artista de su entrega y talento; pero si a lo anterior agregamos que el concierto fue en Bogotá- ubicada a 2600 metros de altura- la fuerza de Mercedes Sosa en el escenario era para quitarse el sombrero. Y el público bogotano se lo reconoció con una lluvia de flores y de aplausos que le arrancaron esa sonrisa que enamoró a todo mundo.

Tenía de compositora lo que Pelé de filósofo, sin embargo, cuando se lanza la pregunta: ¿usted sabe cuál es el autor de Gracias a la vida, Como la cigarra, Canción con todos, Duerme negrito, Que vivan los estudiantes, Alfonsina y el mar, Canción de las simples cosas, zamba para olvidar, Que vivan los estudiantes...? apuesto a que usted, yo y los demás, responderemos: ¿nos creen idiotas? pues obvio: Mercedes Sosa.

Argentina, tucumana, latinoamericana, universal y, sobretodo, del pueblo. Querida y admirada, aunque resistida por esa minoría (muy poderosa por cierto) que ve el polvo de los caminos desde la frialdad de sus torres de arrogancia, no escapó a la persecución y tuvo que salir de su amada Argentina a un exilio que la llevó de continente en continente hasta regresar en 1982 al entrañable país del sur. Eso, en lugar de apagarla, logró el efecto contrario: convertirla en el grito de millones de seres anónimos, humillados y oprimidos.

Ayer despertamos con un vacío en el corazón. Hoy es posible que las cosas sigan su curso normal. Lo único que no volverá a ser igual es la presencia palpable y cercana de esa mujer que llevaba un continente entero en su voz. A ella le agradezco la oportunidad que me dio de sentir la magia de las luciérnagas, el vuelo del cóndor y el abrazo de la tierra.