jueves, junio 26, 2008


Habla el subconsciente

Primero respiré profundo, puse mi mente en blanco, situé los ojos en la pantalla, luego en el teclado, y empecé a escribir sin un orden preestablecido. Como una especie de aventurero fui enlazando frases sueltas, atrapando las señales del aire, procurando establecer un diálogo con mi subconsciente; y -de pronto- empezó a fluir la inspiración en ese trance poco usual para mí:


Una esquina que se dobla queda a merced de laberintos que se prolongan más allá de un callejón sin salida… Bueno, para comenzar no está nada mal, eso creo; sin embargo me asalta una duda: ¿Será posible alcanzar la otra orilla sin el dibujo de tus huellas?... Dejo atrás el ruido y los afanes cotidianos; ahora, justo al frente, una hoja cae mecida por el viento hasta posarse lentamente en el silencio de la calle… Cuesta muchísimo escribir así; por más que quiera despojarme de mis sentimientos solo sé que esa hoja al viento es tu beso de buenas noches… Empieza a llover, a nevar también. Un curioso carnaval de agua y hielo se desliza a lo largo de la avenida; inesperado efecto invernadero que desata la euforia en los transeúntes… Mañana es viernes, tengo que madrugar. Y aún así no puedo cerrar la cortina sin decirte que te quiero… Otra vez los latidos de mi corazón llevan el ritmo de la melodía que tarareo; más adelante me acompaña el coro de mariposas nocturnas con su batir de alas y, después, el tic tac del reloj irrumpe en el atropellado y caótico fa sostenido de su minutero…


lunes, junio 23, 2008


SOY NN…TAMBIÉN ME LLAMO BERNARDO


Caminaba despacio; se apoyaba en su paraguas negro y aún así tambaleaba. De paso en paso recorría el sector de Chapinero, extendía la mano a quien se le atravesara y con una sonrisa bondadosa pedía alguna moneda para disminuir el peso de las necesidades que doblegaron sus espaldas.

72 años que transcurrieron igual que la torpeza de su andar. Aunque tenía un lugar donde pernoctar, su familia directa se evaporó de los límites de su conciencia: padres fallecidos; un hermano preso por narcotráfico en Venezuela; el otro prestaba sus servicios de “Chamán” contemporáneo en algún lugar del Ecuador y el único que se interesaba por su suerte había echado raíces en estados Unidos. ¿Primos, tíos, sobrinos? Nada, solamente unos parientes lejanos que le ayudaban a soportar el infortunio de no pertenecer a un lugar específico, ni a nadie en particular.

Decenas de vasos desechables en el baño: unos llenos hasta la mitad que expelían un fuerte olor a limón; los demás vacíos. Cientos de papeles sistemáticamente doblados, guardados en igual número de talegos. Un arrume de periódicos de días, semanas o años atrás y millares de resúmenes de la palabra de Dios, que recogía a la salida de la Iglesia en la misa dominical. Cuatro Vestidos completos de dos piezas, dos pares de zapatos, tres bolsas plásticas amarradas que contenían ropa interior, varias camisas, una toalla y en una caja las fotos que su hermano le envió desde el territorio del sueño americano.

La humedad penetraba por las paredes y las huellas de una gotera inclemente aumentaban la sensación de frío. Acostumbraba a llegar a las seis de la tarde. Saludaba, se dirigía a su cuarto, acomodaba las cosas que traía-hasta el momento desconocidas para sus anfitriones- sacaba de su bolsillo el papelito con las cifras del chance que acababa de apostar y luego se sentaba a la mesa. Le gustaba el fútbol, disfrutaba los partidos que transmitían por televisión y también escuchaba las noticias. Luego se refugiaba en su pequeño recinto y madrugaba a continuar su condición de errante que lo llevaba a deambular por Chapinero.

-“Siéntense por favor, ya los atendemos… Sigan, miren detenidamente las fotos; estos son los NN traídos ayer. Si reconocen a su familiar me avisan… ¿No está? Regresen en tres días”.

En la actualidad el reconocimiento de los NN en Medicina Legal es tal vez más humano; ya no es necesario escudriñar directamente los cuerpos. A veces resultaba cruel ver el estado en el que los presentaban; quizás por eso ahora les mostraron solamente las fotografías de los difuntos. Ese día les enseñaron 6, las cuales repasaron detenidamente antes de constatar que su allegado no formaba parte del escabroso mosaico.

-“Necesitamos 15 fotografías recientes y la fotocopia de la cédula; cuando los tengan oficiamos a la policía, a algunos noticieros de radio, televisión, a la red hospitalaria. Ustedes deben llevar los oficios a cada lugar que les indiquemos”.

Requerían poner el denuncio en la Fiscalía, pasadas 72 horas. Pensaban que el trámite resultaría sencillo, pero no sabían que les pedirían tal número de fotos. Al esculcar en las escasas pertenencias del huésped hallaron una tomada en diciembre de 1999. La llevaron a un laboratorio con el propósito de sacar las 15 copias. Concluyeron entonces, que si bien el organismo Judicial no cobraba por el denuncio, de todas maneras este costaba alrededor de veinte mil pesos. Y faltaban, sin embargo, todavía otros gastos. Había que llevar tres oficios a CITY TV, Radio Santafé y RCN radio; de los restantes 12 se encargaría la Fiscalía. En resumen la búsqueda de un ser querido fácilmente podría ascender, en principio, a unos cincuenta mil pesos moneda corriente.

- “123 línea única de emergencias habla el intendente Martínez… Por favor deme los nombres de su familiar… Fecha de nacimiento… Edad… color de ojos… color de piel… color de cabello… ¿Hace cuánto desapareció?...estatura…señales particulares… ¿Tiene el número de cédula…? Un teléfono en donde lo podamos localizar… Con estos datos queda reportado en la red hospitalaria y en la policía. Cualquier noticia nos comunicaremos con usted”.

Finalmente acudieron a la red de emergencias del Distrito, para lo cual la Alcaldía de Bogotá habilitó, como en otros lugares del país, la línea telefónica 123. Dicho número reunía Secretaría de Salud, Secretaría de movilidad, bomberos, Policía, especialmente. Una vez dieron los datos personales y los teléfonos en los que pudieran ubicarlos, descansaron un poco al creer que obraban correctamente. La desaparición ya era conocida por las instituciones adecuadas y si tenían noticias, seguramente se las comunicarían.

-“¿Nada que aparece? Qué vaina y yo tan lejos. De todas maneras estoy llamando seguido; gracias por la ayuda”.

Se notaba preocupación en su voz. Comprendían que la distancia contribuía a aumentar la incertidumbre por la suerte de su hermano. Lo calmaron diciéndole que hacían lo posible para dar con su paradero. Realmente causaba pena un drama familiar en Bogotá, pero que-a su vez- afectaba a un colombiano radicado en los Estados Unidos; por eso prometieron agotar todos sus esfuerzos.

El Domingo la Plaza de Lourdes se convierte-prácticamente-en un mercado persa. La misa es muy concurrida ese día en la iglesia que lleva su mismo nombre y-en las afueras- los vendedores de aromática, algodón de azúcar, artesanías, artículos religiosos, entre otros, ofrecen sus productos a los visitantes.

Se les ocurrió organizar una expedición a la zona. Seguir los pasos de un ausente no es tarea fácil, sobre todo por la incertidumbre de saber si continúa vivo. La verdad sentían que jugaban a las escondidas con una sombra; además, en esta ocasión, el hijo mayor del Sr Martínez, debía asumir la búsqueda. Dicen que las desgracias no vienen solas. El Jefe de la familia se encontraba en el Hospital, aquejado de neumonía, mientras su hermana se dedicaba a acompañar al padre enfermo.

Indagó en diferentes sitios, apoyado en un anuncio que tenía datos personales y foto escaneada.

-“No señor, nunca lo he visto…”

-“No, no conozco a esa persona…”

-“Si quiere pegamos el anuncio en la pared…”

-“Déjeme ver… Si claro, él viene a tomar tinto, parece que después de la misa. Hace días no lo veo…”

Tras un monólogo de respuestas negativas, la afirmación a medias del dueño de la cafetería supuso una luz de esperanza. Pegó la hoja en el negocio y salió.

Medio día y sin resultados alentadores. Prendió un cigarrillo y se acomodó en un banco de la Plaza. Agotado tomó la determinación de ir al Hospital y visitar a su padre, pero antes decidió emprender la última averiguación. Se dirigió al espacio ocupado por los artesanos, ubicado en el costado norte de la Iglesia de Lourdes. Allí, en medio de manillas, sacos de lana, aretes, anillos, objetos de madera, mostró una y otra vez la foto del familiar.

-“Ay, espere… Joanna venga mire la foto ¿Se acuerda del señor?”

-“Mija claro que sí…

-“¿Usted es familiar? Ay Dios mío, figúrese que al viejito lo atropelló un colectivo hace ocho días… Si, estoy segura que es él… Fue como al medio día, no me acuerdo bien… Pregúntele al que tiene las manillas, él estuvo cerquita”

-“Uy llave, si el señor se pasó el semáforo y lo cogió un colectivo azul… Papá, el man quedó grave le cuento… Le salía sangre por la oreja…Mire, aquí quedó, al frente del parqueadero… Eso vino policía y todo… Se lo llevaron en ambulancia”.

-“Espere reviso… no, en este CAI no hay anotación del accidente… ¿Aló, central? Verifique si tiene registro del siguiente caso... ¿No? Gracias… No señor, no está reportado ni siquiera en la central”.

-“Pero si estoy segura… Eso la gente salió corriendo a ayudar al señor… También llegó la policía… Si quiere vamos al CAI para que vean que hay testigos”.

-“Perdóneme señor, pero nunca le he dicho que no hubo accidente…”

-“123 línea única de emergencias habla Sandra…”

-“Lo que sucede es que en este CAI(Comando de atención inmediata de la policía de Bogotá) no se registró, tampoco en la estación central de policía…”

-“Este número es de emergencias, pero solamente le indicamos a dónde debe dirigirse… Si ya reportó la desaparición con nosotros espere a que nos comuniquemos tan pronto haya noticias de su familiar”

-“Le repito: en este CAI no anotaron el incidente. Averigüe con Movilidad o de pronto mire si encuentra un patrullero… Ellos deben tener el reporte”

-- “No señor, no le puedo ayudar; ya sé que el 195 no sale de celular… … Lo lamento, no es posible colaborarle más…El 123 es de para información de emergencias…No, tampoco puedo ver si ya reportó el accidente…Lo siento, no hay más números para Movilidad y Red hospitalaria… Tengo dos teléfonos fijos…Lo mejor es que llame desde su casa…o busque un patrullero de tránsito”

Quiso mandar el celular al carajo, increpar a la policía, gritar a los bogotanos que el 123 es un cuello de botella mal llamado número de emergencias, cuando a lo lejos vio al tan anhelado agente de transito. Puesto que ese día no hay la restricción vehicular de pico y placa (por la tanto es impensable multa alguna por ese concepto) parecía extraña la presencia del agente en pleno cruce de la Calle 64 con carrera 13. Sin pensarlo más se acercó al “chupa” y le contó la historia.

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Paciente quien es traído el día 10 de febrero por ambulancia por haber sufrido politraumatismo como peatón al ser atropellado por un vehículo. Se evidencia deterioro neurológico dado por Glasgow de 8/15, además dificultad respiratoria, abundante movilización de secreciones, disminución de ruidos en la base derecha y excoriaciones múltiples…


Empezó a leer el resumen de la historia, expedida por el Director de Urgencias de la Clínica Marly. En la camilla tres de la sala de cuidados intensivos, a un anciano de 72 años, conectado a varios aparatos que medían sus signos vitales, le brillaron los ojos por primera vez en ocho días.

-“Bernardo ¿Me reconoce?”

Un sonido gutural y un apretón de manos le indicaron al hijo mayor del señor Martínez que sí. El tubo que atravesaba la garganta impedía cualquier intento de articular palabra; por eso el contacto físico y la expresión de su rostro, constituían la única posibilidad de comunicación del accidentado con el mundo.

-¿Apareció?... ¡Bendito sea mi Dios!... No sé como pagarles lo que han hecho…Listo, por ahí les mando unas cositas…Estamos en contacto…Un momento: ¡ni se les ocurra decir en la clínica que Bernardo tiene un hermano en los Estados Unidos!…”

jueves, junio 19, 2008


Jornada de limpieza


“Amalia hija. Ve a la tienda y tráeme cinco panes, cinco huevos y tres pastillas de chocolate. No te demores, recuerda que pronto comienza la limpieza…”

Trece años apenas y ya se había acostumbrado a vivir en medio de la escasez. En compañía de su madre y de su hermanito iba de aquí para allá, buscando un lugar digno dónde vivir. El polvo de los senderos destapados, la dificultad para conseguir el sustento diario, la ausencia de seguridad y la exclusión reflejaban el drama al que estaba sometida ella y su familia; y a pesar de la delgadez de su cuerpo causada por el hambre, poseía una madurez envidiable. A menudo se cuestionaba la pasividad de quienes, sumidos en su desgracia, no tenían la capacidad de ver más allá de las narices. Admiraba a los líderes comunitarios, siempre dispuestos a golpear todas las puertas necesarias en procura de despertar conciencias y levantar ánimos. ¿Acaso eran menos que los demás? ¿Deberían estar supeditados a esperar las migajas de la ayuda oficial? ¿La unión no hacía la fuerza? Sí, definitivamente quería ser líder algún día, convertirse en el motor que impulsara un cambio de mentalidad.

Estaba dichosa. La palabra limpieza le hizo saltar el corazón. En los talleres de derechos humanos a los que asistía empezaba a comprender cosas hasta ahora desconocidas. Palabras como solidaridad, dignidad, respeto, justicia, igualdad le dieron una nueva visión de la realidad. ¡Era también un ser humano! ¡podía participar en la toma de decisiones dentro de su comunidad!. De ahí su emoción, pues a la vez entendía que la pobreza no debe ser excusa para la suciedad. Imaginaba a todos los vecinos unidos- hombro a hombro- con escobas y cepillos en mano embelleciendo su territorio y después reunidos alrededor de una olla comunitaria, compartiendo una taza de agua de panela y quizás un pan. Buscaría a Pedrito, su cómplice, aquel chico rudo en apariencia, pero con un alma noble; juntos pondrían rosas a la corona de la virgen, lavarían la gruta y luego saldrían al parque “Entre nubes”, más cerca de las estrellas.

La niña obedeció a su madre y tomó el dinero. No podía perder tiempo, deseaba regresar rápido para formar parte de algo que, al parecer, era una tenue luz de esperanza que la invitaban a soñar con un mundo posible. Al salir de su casa, sin embargo, el panorama se mostraba muy desalentador. Caía la tarde; en la calle se encontraban los seres sombríos de siempre: los jíbaros vendiendo droga; el parche de la pandilla más temida, planeando sus fechorías; las prostitutas ofreciendo su cuerpo sin ningún pudor; los viejos degenerados que buscaban el placer que ya se les estaba marchitando. Precisamente uno de esos viejos, en avanzado estado de embriaguez, intentó tomarla del brazo al tiempo gritaba: “Venga mamacita le enseño a ser mujer”. Una mezcla de asco y rabia la estremeció; entones le escupió el rostro y de una patada se alejó rápidamente mientras el infeliz se retorcía del dolor. Al pasar por el billar alcanzó a escuchar: “Cuando ustedes me estén despidiendo, con el último adiós de este mundo, no me lloren que nadie es eterno; nadie vuelve del sueño profundo…” cantaba Darío Gómez, el Rey del despecho, a través de la radio en una destartalada grabadora.

Cumplido el mandado volvió a su casa. Iba todavía sin entender el por qué los vecinos no se preparaban para la fiesta del aseo. No admitía la falta de espíritu solidario en un aspecto tan fundamental que favorecía a todos, cuando- de repente- escuchó un ruido ensordecedor. Desde la parte de abajo, justo en el punto en el que termina o comienza el barrio, una camioneta y dos motos subían a toda velocidad. Varios hombres, vestidos de negro y con su cara cubierta, desocupaban sus fierros indiscriminadamente a medida que recorrían su camino. Los tubos de los revólveres y metrallas vomitaban proyectiles en cualquier dirección. Los destellos de las ráfagas y el tableteo inundaron el aire de la noche. Amalia quedó paralizada de terror aunque, en un acto más reflejo que calculado, se arrojó en una zanja llena de desperdicios. En su caída huevos, pan, leche y chocolate se confundieron con la mierda, el vómito y los orines de aquella cloaca. Pasaron solamente diez minutos y el silencio anunció que el drama había terminado. Amalia tenía frío y mucho miedo. Se tocó y suspiró al saberse intacta; a su lado encontró a un perro totalmente agujereado. Salió del hueco y vio algunos cuerpos sin vida: hombres, mujeres, niños. Regresó con lágrimas en sus ojos por la escena que acababa de presenciar; además sabía que su mamá la reprendería fuertemente al no llevarle el encargo. Sumida en la más terrible de las pesadillas detuvo su mirada en una de tantas paredes mugrientas que la rodeaban. En letras rojas, iguales a la sangre derramada, leyó:


“JORNADA DE LIMPIEZA SOCIAL. MUERTE A VICIOSOS Y DELINCUENTES. RESTAURAREMOS LA MORAL. MANO NEGRA, ESCUADRÓN DE JUSTICIA PRIVADA…”

domingo, junio 08, 2008

Un Poco de mi


Este video lo comparto con mucho cariño. Forma parte de aquel sueño que comenté en un post anterior. Gracias por la amistad, cada uno de ustedes está en mi corazón.


Programa: Arriba Bogotá del canal de televisión CITY TV
Emitido el 16 de octubre de 2007 para el lanzamiento de mi historia dentro del proyecto del periódico EL TIEMPO "La Ciudad jamás contada"

sábado, junio 07, 2008


Una danza universal


Se hace llamar La danza del tiempo y el espacio. Es mi querida amiga Jose quien desde España me otorga un premio hermoso y lleno de significado. Tantas cosas compartidas a través de las lecturas, música e imágenes que siempre me transportan a un Universo de paz, reflexión y reencuentro personal. Allá hermosa Jose, "al otro lado del charco", llegan hoy los valores con los que me represento. Honestidad, lealtad, solidaridad, amistad, constancia, sinceridad. Y aunque existan nubarrones que a veces vienen convertidos en injusticia, discriminación, hipocresía, violencia, exclusión o manipulación, inevitablemente ganan la partida aquellos seis rayos de sol que moldean los surcos de mi memoria y mantienen vivo mi corazón. Si mi magia logra sacarte una sonrisa entonces seguiré apostando a tejer con mis palabras esa manta multicolor que nos cubra de la soledad. Gracias Jose por tenerme en cuenta siempre y por regalarme tu amistad.

Ahora mis seis elegidos.

http://desde-un-sur-lejano.blogspot.com/ Un sur lejano pero místico y hermoso.

http://dulzuraalamanecer.blogspot.com/ Rocío de la mañana, primer rayo luz que se filtra por la ventana.

http://historiasenunatico.blogspot.com/Un ático en el que cabe la amistad, la ternura y la sensibilidad.

http://elimolnar.blogspot.com/Te daría un premio todos los días amiga bella y me reencontraría en tus palabras.

http://cecyrecargada.blogspot.com/Recargada todo el tiempo, además de cumpleaños. Me acompaña en las buenas y en las malas.

http://deferipula.blogspot.com/ Un rumor que se siente en el ciberespacio

jueves, junio 05, 2008

A unas cuadras del valle de los muertos





¿No es como muy loco vivir cerca de un cementerio? dijo Laura mientras encendía su cigarrillo. No supe qué responder. Me quedé un rato en silencio tratando de encontrar el significado que debería tener mi vecindad con aquel sitio tan particular. Claro que vecino, lo que se dice propiamente vecino, tampoco es del todo cierto. Vivo en el Barrio Los Alcázares, en la calle 71 con carrera 30 y el cementerio está ubicado entre las calles 68 y 69 con carrera 36. Eso quiere decir que nos separan aproximadamente ocho cuadras. Mi único contacto con el “Cementerio de Chapinero”, se reduce a atravesarlo sin detenerme cuando voy a la biblioteca Virgilio Barco. Entro por la puerta norte y camino en medio de curas que ofrecen misas frente a las bóvedas; sepultureros “modernos” provistos de escaleras, lazos, palas y demás herramientas; grupos de mariachis que interpretan las canciones preferidas del difunto; familias enteras que visitan generalmente los domingos a sus seres queridos. Si no fuera por los cortejos fúnebres que a veces irrumpen en las vías principales; los establecimientos característicos del comercio de la muerte (ventas de flores, lápidas, velas y demás artículos religiosos) o por los nombres de algunas cantinas en sus alrededores-“La última lágrima” y “El adiós definitivo”- la presencia del campo santo pasaría prácticamente inadvertida. Ahora que lo pienso mejor, sin embargo, hay una característica que lo diferencia de la mayoría. Un extraño privilegio que lo hace muy especial; tanto es así que muchos habitantes de Bogotá lo eligen precisamente por eso: me refiero a su horno crematorio. Quizás el interrogante de Laura desencadenó sentimientos dormidos; tal vez por eso recordé de inmediato lo que viví en carne propia con ocasión del fallecimiento de mamá. Mis padres habían llegado a un acuerdo: el que muriera primero sería incinerado. Ninguno de los dos quería que lo enterraran; preferían que las cenizas fueran a parar a un lugar alejado de Bogotá. De esta manera, el 21 de Noviembre de 2000, papá arregló las cosas para respetar la voluntad de su amada Cecilia. Después de la tradicional misa, nos dirigimos al cementerio. Allí, en una salita, reposaba el féretro de mamá. Nos permitieron despedirnos por espacio de 20 minutos; luego aparecieron dos hombres, limpiaron las coronas del ataúd, abrieron una compuerta y finalmente la depositaron hasta que desapareció.

A los tres días llegó papá con un cofrecito: eran las cenizas de mamá. En tono de cariñoso reclamo dijo: “Ay Cecilia, pesabas como una tonelada la tarde que moriste. Ahora pareces una pluma en esta cajita”. La dejó en una mesa y nos pusimos a conversar. Yo aproveché la ocasión y abrí el cofre. Esperaba encontrar cenizas normales y lo que vi fueron piedrecitas, parecidas a las que adornan los acuarios. Supuse que debajo estarían los restos de mamá. Un rato después mi hermana y yo comenzamos a discutir. De repente papá se paró, cogió el cofre, lo abrazó fuertemente y gritó: “¡Carajo, respeten. No peleen delante de su mamá!” y subió a su habitación. Me conmovió la escena, creo que a mi hermana también. No discutimos más, dejamos de joder. A la mañana siguiente una tía, hermana de papá, llegó de visita. Al ver el cofre se emocionó muchísimo y se puso a llorar. Intenté calmarla diciéndole que mamá se veía muy linda rodeada de piedrecillas. Entonces mi tía me miró fijamente y en tono de reproche exclamó: “No me venga a decir que fue capaz de abrirlo”; hizo una pausa, se echó la bendición y concluyó: “¡Eso es pecado!” Acto seguido se marchó sin despedirse. Imagino que me hubiera golpeado si le digo que toqué el contenido del cofre. Al fin y al cabo ¿Quién me asegura que esas cenizas sean solamente las de mamá y no estén revueltas con las de decenas de seres anónimos?

Hoy que rememoro aquellos días de soledad y tristeza por la partida de mamá, pienso también en el significado que le damos a la muerte. Es curioso. En muchas culturas-inclusive de nuestro país- la circunstancia del fallecimiento se celebra como un triunfo y el paso a otro estado más elevado. Se danza, se canta, se ríe, se festeja. Por eso prometí regresar al cementerio y caminar muy despacio para observar atentamente las señales de despedida de los que se fueron y a los que intentamos por todos los medios retener. Eso sí, no podré saludar a mamá. Hoy el cofre reposa en el Mausoleo de la familia Rojas en Une, municipio cercano a Bogotá, tierra entrañable en la que nació Carlos Alberto, mi papá.

martes, junio 03, 2008


De un corazón agradecido


Me visto de amarillo, disfrazo mis suspiros con pétalos de margaritas y de mis labios se desprende la mágica melodía de una trova. El primer café de la mañana es el mejor antídoto contra la pereza. Cada sorbo invita a asomarse sin importar la bruma y se convierte en un tobogán por el que baja el río de mis ilusiones. Amigo de los grillos, cómplice de la cigarra, admirador de la mariposa, confidente de las hadas contemporáneas, hombre con alma de niño. Ya casi llego a los cuarenta y aún así soy feliz cuando los vientos de agosto me visitan. Corro entonces libre, ondeando en mi mano derecha el cuerpo de papel de una cometa y después la echo al viento para que se aleje lentamente. Imagino que en la cola hay un mensaje que leerán mis primos los unicornios.

Nunca dejaré de soñar, de reír, de amar. Me gusta sumergirme en la mágica penumbra de una sala de cine, mientras la realidad desfila a través de la pantalla. En ese juego de la fantasía hay que estar siembre bien acompañado y compartir en medio de esa intimidad colectiva un paquete inmenso de palomitas de maíz.

Y me apasiona enlazar palabras. Es mi oasis personal, mi razón de ser, mi escudo contra el escepticismo. Aquí, al frente de la pantalla o de una hoja de papel, dibujo día a día un universo que comparto con miles de soñadores como yo. Por eso te cuento en estas líneas algo de mí para decirte también que tu regalo es un motivo de esperanza. Gracias mi querida Anabel.


Comparto este hermoso premio con los siguientes amigos:

http://alejandromunoze.blogspot.com/, Mi querido amigo Alejandro Muñoz Escudero

http://cuentitosvarios.blogspot.com/, Mi querida amiga Marandua