martes, enero 26, 2010

Regreso



La primera ráfaga de nostalgia me avisó que el gallo estaba a punto de cantar. Tuve tiempo suficiente para calentar el café de todas las mañanas. He tenido ganas de que me lean los pegotes de azúcar que quedan adheridos en el fondo de la taza, pero recordé que mi abuelita solía pronosticar el futuro sólo con el chocolate.

Miro las palmas de mis manos y las líneas se entrecruzan o se alejan. No encuentro por lo menos un surco que insinúe algún atajo posible. Y a fuera las ventanas empiezan a abrirse en aquella sinfonía de gotas que resbalan sin afanes.

Me acostumbré a descubrir tu sonrisa en el cielo. Hasta las nubes juegan a dibujarte con su pincel: una brisa fresca de primavera. Me gustaría saber en qué mundo habitamos tú y yo. La ciudad retrocede desde la ventanilla del bus y cuesta muchísimo adivinarte. Te veo en medio de la multitud caminando al lado de tantos seres anónimos. Quizás, en este momento, harás fila en el banco, o tal vez irás por ahí, perdida en los universos que se reflejan en cualquier vitrina.

Eres sin tiempo. No es posible encasillarte en horarios de oficina. Tampoco buscarte en el tedio. Simplemente pasas ligera como una pluma a la que nadie podrá quitarle su libertad.

Espirales que vienen,van y nos arrastran hacia un abismo de encuentros y desencuentros. Hay que salir del silencio, tropezar de vez en cuando con el bullicio e improvisar una melodía con los murmullos que se deshacen en sombras al caer la tarde.