Clamores de la noche bogotana*
Me recomendaron traer suéter y comida ligera y me dijeron que por café no me preocupara: que en la maquinita del Contact Center había suficiente para sobrellevar la trasnochada. (Trasnochar, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, significa “pasar la noche, o gran parte de ella, velando o sin dormir o pasarla en un lugar distinto del propio domicilio”). Cualquiera que sea la acepción, lo cierto es que el 113 está prácticamente solo. A medianoche salió el último taxi con los agentes de información telefónica y ahora quedamos Claudia, Juan y yo. Tengo un crucigrama que comencé a llenar por la tarde. Una palabra de nueve letras, ¿será trasnochar?
Carlos, una licorera con servicio a domicilio… Claudia, no tengo hielo para el whisky. ¿Dónde puedo conseguir y que me lo traigan? Juan me aconseja grabar en el sistema el lugar más solicitado para llevar los encargos de la rumba bogotana. “Manténgase relajado Carlitos” me dice Claudia, aunque aquel estado ideal contrasta con el relajo de nuestra capital. Carlos, ¿acaba de temblar, o estoy muy borracho? Juan, necesito conseguir una de esas niñas que salen de un pastel. Es para una despedida de soltero... Claudia, ¿sabes de un motel para lesbianas? Me registran moteles en general. Le colaboro con un teléfono.
Saco del maletín unas galletas que ofrezco a mis colegas. Le faltó la mermelada, Carlitos, reprocha Juan al recibir la galletica de sal, y nos ofrece gaseosa. No le dé más a Juan, dice Claudia, y regresa con empanadas. Son casi las 2 de la madrugada. Luego de estar de pie un buen rato, recuerdo el crucigrama. Entre llamada y llamada, voy llenando espacios en blanco. Sal del ácido cianhídrico, siete letras. Carlos, ¿dónde consigo cianuro? Señora, en la base de datos no me registra nada relacionado con cianuro. Un laboratorio, cualquiera, por favor, donde me contesten. Ya le informamos, pero no le aseguro que la atiendan a esta hora. Claudia, el teléfono de los Buscamaridos. ¿Buscamaridos? Sí, alguien que siga a mi marido para ver en qué pasos anda…Le doy el número de una agencia de detectives privados.
Uno que otro chiste ameniza la velada. Dejo el crucigrama, me pongo el saco de lana y cabeceo. Cada cinco minutos entra otra llamada y el sueño empieza a pasar factura. Juan, ¿en dónde denuncio el robo de un caballo? Estaba recogiendo basura en Fontibón y me robaron el animal… marque el 123…Carlos, el número del tránsito. Hay un accidente en la Calera. Con gusto. Marque el 123 desde fijo o celular. Claudia, emburundangaron a mi hijo...
Tres de la mañana. De repente el rostro de Claudia se transforma: usa el altavoz de su teléfono para que escuchemos: “No me toquen… ¡Auxilio!.. Y se corta la comunicación. Claudia llora contando los pormenores: la mujer gritó que la iban a violar. Le dije que se comunicara con la policía, pero ella no puede, ¡qué va a poder! Le pregunté en dónde estaba y respondió que veía rocas y arena y que estaba muy oscuro. Que la llevaron en moto y que veía a Bogotá, parece que en una loma.
Aunque a ninguno de los tres nos importan los demás usuarios, los requerimientos continúan y no podemos dejar de pensar en aquel drama. Diez minutos después, Claudia vuelve a poner el altavoz y ahí está nuevamente la mujer: Ayúdeme. Los tipos están muy pasados y me les volé. Alcanzo a ver la luz de una casa, no encuentro mis zapatos. Trate de ir hacia allá, insiste Claudia, trate de encontrar alguna señal, el número de una calle. Al menos pida que la ubiquen, una dirección, algo. Seguimos ahí, sin poder hacer nada, y la oímos golpear una puerta y gritar desesperada que la ayuden. Una voz masculina dice calle 163, en la loma. Juan se desconecta y toma el teléfono para llamar a la policía. La línea parece congestionada; por muy 113, a nosotros también nos pasa: a veces nadie responde. Claudia vive cerca del sector, sabe que allí están las canteras y, ante la imposibilidad de comunicarse con la policía, llama a su marido para rogarle que vaya al CAI de Villa Nydia, en la 163. La llamada se pierde definitivamente.
Carlos, una ambulancia, ¡de vida o muerte! Comuníquese al 123…Juan, el teléfono del Mariachi Internacional. No me registra; si gusta, le colaboro con otro. No gracias, quiero ése, el que sale en la “Hija del Mariachi”. Me parece el colmo que no lo tengan. Carlos, busco un show de strip tease masculino. Mi mamá está de cumpleaños y quiero regalarle algo diferente. Permítame, verifico. Espera Carlos… ¿cuántos años tienes?¿No te le medirías? ¿A qué horas sales? Puedo pasar a recogerte.
Amanece: la ciudad retoma el ritmo diario, pese a que jamás duerme. No terminé el crucigrama y la mitad de las galletas quedan en el paquete. Seis de la mañana: ha terminado la “película” de la noche bogotana. Y no falta la típica llamada: un señor pregunta por una notaría 24 horas… y con servicio a domicilio.
*Fragmento del texto de mi autoría "La ciudad del 113, guión para voces dispersas", con el acompañamiento de la escritora Yolanda Reyes y publicado por el Periódico EL TIEMPO, de Colombia dentro del proyecto de "La ciudad jamás contada", octubre de 2007
Fragmento del especial sobre las historias de La Ciudad jamás contada, emitido en abril por el canal de televisión CITY TV de la Casa Editorial de EL TIEMPO.
5 comentarios:
Muy bueno, muy crudo, muy real. Las ciudades nuncan descanzan, los hombres nunca descansan, es extraño entender lo que ocurre, como enfrentarse a estas realidades. Los que trabajan en el 113 dando información, siendo parte de la vida de muchos otros, esos trabajadores al facilitarle un numero, una dirección, cualquier información estan modificando la vida de muchos otros. Uno nunca sabe como termina una historia, pero si puede saber como empieza, y en el sistema de información pueden suceder muchas cosas.
De los llamados de auxilio no puedo decir mucho, que se puede decir al ser testigo, en parte, de un hecho de violación, de un robo, de un asesinato, de una muerte. No queda mucho, estos personajes que por las noches contestan una llamada pueden ser testigo de un hecho lamentable, atroz, repugnante, enfermo, y nadie esta preparado para ello. ¿Cómo no desesperarse? Yo lo haría, no podría pensar en otra cosa. ¿Cómo seguir adelante?
La verdad, las ciudades nunca duermen, estan siempre alerta, despiertas, siempre buscando algo, cualquier cosa, pero siempre sigue adelante.
Me encanto el relato. Ojala logres terminar el crucigrama alguna vez, ojala las noches no nos sean tan complicadas.
Te dejo un saludo.
HologramaBlanco
Es importante saber, mucho màs, de las actividades nocturnas de las grandes ciudades, Asì como los peligros que se corren.
Tu trabajo me parece, interesante!!
Besos y muchos màs.
dramatico, emotivo, realista, cercano,
un reconocimiento por ese trabajo
felicidades
A primer momento, me impactó!
... Luego, me dije: Hey, esta es la Realidad... inesperada, imprescindible... pero Realidad!
Guste o no, Realidad!
Felicidades Compa!
...Porque en la fisura de los sueños, dejes que se asome la desafiante realidad.
Nos hacía falta un "cable a tierra".
Besos, un abrazo fraterno siempre!
Te dejo un saludo, un beso y un abrazo amistoso, desde mi México lindo y querido.
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